Monasterios de San Millán de la Cogolla

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Monasterios de Suso y Yuso

Monasterio de Suso

El monasterio de San Millán de la Cogolla fue uno de los centros espirituales más importantes de Castilla. Constituido a partir de un eremitorio rupestre y de la aureola mística de Emiliano o Millán, verdadero aglutinador de la primitiva comunidad monástica, su primer asentamiento se conoció como de Suso («arriba»).

Con el apoyo de los monarcas navarros primero y castellano-leoneses después, se constituyó en el primer santuario de peregrinación de la comarca. La fama de los milagros realizados por el santo-patrón creció con el tiempo y muchos peregrinos, cuyo destino final era Compostela, se desviaban de su itinerario para venerar sus reliquias.

San Millán de la Cogolla (Suso)

San Millán de la Cogolla

A mediados del siglo XI la importancia de la institución era considerable, y la comunidad había aumentado de tal modo que fue necesario el traslado a un nuevo edificio realizado en el fondo del valle: el llamado monasterio de Yuso (abajo), del cual no se conserva su iglesia primitiva y su claustro, románicos ambos. El edificio actual de Yuso es del siglo XVI. 

Monasterios de San Millán de la Cogolla

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El cenobio original fue construido en el siglo VI aunque se fue ampliando hasta el siglo XI, de modo que en el templo se unen los estilos visigótico, mozárabe y románico.

Las cuevas son la parte más antigua del monasterio. En ellas se pueden ver sepulcros apiñados y superpuestos de personajes sin identificar, que debieron ser ilustres por la proximidad al sepulcro del santo. En el s. VI, en esta cueva hacía sus penitencias cuaresmales san Millán.

Los primeros moradores de Suso son ermitaños que viven buscando la soledad en las cuevas.

En el 923 resurge el monasterio después de la conquista de Nájera por Sancho III el Mayor, rey de Pamplona, y lo habitan monjes mozárabes. En un arco de herradura mozárabe que da a la entrada a la iglesia hay dos capitales visigóticos de tipo corintio. Mozárabes del siglo X son también las dos capillas cuadradas y gemelas del interior.

En la cueva central, que en los primeros tiempos sirvió de oratorio, estuvo enterrado San Millán hasta el año 1030 en el que Sancho III el Mayor y su mujer Muniadonna, con asistencia de los obispos de Pamplona, de Oca, de Alava y de Huesca, hicieron levantamiento solemne de las reliquias.

San Millán: 

es uno de los confesores hispanos más celebrados de la España visigoda. Debe la extensión de su fama a la Vita Sancti Emiliani escrita por el obispo San Braulio de Zaragoza, y más tardiamente a la Historia del Señor San Millán de Gonzalo de Berceo. Su fama también lo hizo tener una presencia en la iconografía, imaginería popular, leyendas, apariciones en batallas libradas contra los moros. Todo esto produjo un oscurecimiento de la verdadera figura de San Millán, monje pobre, eremita y santo.

San Millán, pastor de ovejas.

Millán es hijo de pastores y pastor él mismo desde su niñez. Siendo joven se hace discípulo del ermitaño Félix, llevando vida solitaria y penitente en la provincia de la Rioja, en la montaña de Bilibio, cerca de Haro. Habiendo aprendido el tenor de vida eremítico, vuelve a su pueblo para internarse en los montes Distercios. Pasa allí cuarenta y cuatro años. Según Gonzalo de Berceo, «confesor tan precioso no nació en España…”

Llamado al sacerdocio: 

De la soledad es llamado por su obispo Dídimo de Tarazona al presbiterado, asumiendo prontamente la parroquia de Santa Eulalia en su pueblo natal Berceo. El paso por la parroquia resultó en un estruendoso fracaso. Fue acusado de malversación del dinero parroquial por sus hermanos sacerdotes y reprendido por el obispo. Finalmente decide volver a su soledad. Se retira al valle de Suso o de arriba, cercano a su pueblo, donde trascurre la última etapa de su vida. En torno al santo va formándose una comunidad de hermanos y hermanas que formarán después de la muerte de san Millán el gran monasterio de San Millán de la Cogolla.

Ya en vida, san Millán es visitado, consultado y venerado. Salió al parecer muy poco de su eremitorio. La última salida que hace es para anunciar la destrucción de algunas ciudades de Cantabria. Un poco después muere con más de cien años.

Sus restos fueron venerados durante mucho tiempo en el mismo lugar de su ermita. En el 1076 sus restos son trasladados a la nueva Iglesia de Yuso o de abajo. Los restos de San Millán reposaron allí desde entonces.

En la cueva llamada Oratorio de San Millán se da sepultura al santo. Y aquí podemos encontrar el  cenotafio (monumento funerario en el que no está el cadáver de la persona a quien se dedica) de san Millan. Situado a nuestra izquierda, se trata de una escultura yacente del santo de época románica (siglo XII), vestido con ropas sacerdotales visigodas, construido en alabastro oscuro casi negro. Tiene unas medidas de 1,13 metros de altura, 2,11 metros de longitud y 1,93 metros de profundidad.

En sus manos podemos encontrar esculpido un portapaz sobre el pecho con la cruz de San Millán, una cruz florenzada de brazos iguales, con decoración de números y vegetales. Alrededor podemos ver distintas escenas de la vida del santo: dos ciegos con sus bastones y un perro lazarillo acuden a implorar el milagro del santo, una niña muerta que resucitó al tocar el sepulcro, y distintos anacoretas. Se trata de decoración en altorrelieve que rodean los cuatro lados y los cuatro angulos formando un total de seis escenas. El cenotafio se apoya en un soporte con seis mensulas. Se le considera de una época tardo-románica o proto-gótica.

Se atribuyen a san Millán gran número de milagros. La devoción a San Millán se extendió por toda España, siendo especialmente importante en La Rioja y Navarra, donde era invocado en las batallas como Santiago en Castilla. El conde Fernán González era muy devoto de él. Tras la batalla de Simancas, en el año 923, en la que San Millán aparece en defensa de los cristianos, es nombrado patrón de Castilla, y se comprometen a pagar los Votos de San Millán.

Los cadáveres decapitados de los 7 infantes de Lara están enterrados en unos sepulcros pétreos que se ubicaron en el pórtico meridional del monasterio de San Millán de la Cogolla de Suso. De este modo, el monasterio fue también conocido como panteón de los siete héroes castellanos.

La Leyenda de los infantes de Lara, incorporada al Romancero y cuyos hechos responderían a una realidad histórica situada en el último cuarto del siglo X, tuvo un éxito considerable en la Castilla de la Edad Media.

Según ella, los siete hermanos, hijos del noble Gonzalo Gustioz, fueron capturados por los musulmanes en una emboscada preparada por Ruy Velázquez, trasladados a Córdoba y decapitados.

Mudarra (también llamado «hijo de la renegada»), hijo bastardo de Gonzalo Gustioz —padre de los infantes— y de una hermana del mismo Almanzor, recibió su educación de este caudillo musulmán. Vengó después la muerte de sus hermanastros.

Al menos desde el siglo XVI, los monasterios de San Millán de la Cogolla y San Pedro de Arlanza pujaron por la pretensión de conservar la sepultura de los siete jóvenes asesinados. El apasionamiento llevó a que en 1600 el abad del monasterio riojano, fray Plácido de Alegría, procediera a la apertura notarial de los siete sarcófagos ubicados en el pórtico del primitivo asentamiento en Suso, a fin de certificar su autenticidad.
 

La aparición de los cadáveres descabezados fue prueba que, poco tiempo después, convenció tanto a Sandoval como a Yepes para sellar la contienda a favor de la Cogolla. De este modo, el monasterio se conoció también como panteón de los siete héroes castellanos. Años antes, en diciembre de 1569, se habían encontrado en la iglesia parroquial de la villa de Salas «las cabeças de los siete Infantes dentro de vn arca de madera, cubiertas con vn lienço»

Los sarcófagos de los siete infantes de Lara se encuentran en el Monasterio de San Millán de Suso. Las cabezas de los infantes están en la iglesia de Santa María de Salas de los Infantes, y el sepulcro de Mudarra se halla en la Catedral de Burgos.

Cuna de la lengua

Una lengua no nace. Se hace. Las glosas emilianenses no indican un momento ni el lugar exacto en que comienza a existir el castellano. Sin embargo, San Millán se ha convertido en el símbolo del nacimiento de la lengua castellana. En torno a su sriptorium, biblioteca y archivo un monje escribe por primera vez, de forma consciente, en el habla del pueblo. No son palabras sueltas, no son traducción de un texto en latín.

Surge así el primer pasaje de prosa continua, una muestra de un sistema lingüístico, perfecto en sí mismo, en razón de su utilidad comunicativa, alejado ya de los esquemas latinos, con independencia lingüística consciente. Y en este mismo marco, sólo algunos siglos más tarde, escribió sus versos Gonzalo de Berceo, el primer poeta de nombre conocido de nuestra literatura.

Ninguna otra lengua conocida, de extensión e importancia comparables a la española, puede ser atribuida y asociada a un monumento y entorno natural tan singularizado y concreto como San Millán.

Pero San Millán es mucho más que un conjunto arquitectónico singular, más que unas glosas en romance, más que el lugar en que desarrolló su vocación y escribió Gonzalo de Berceo. El verdadero tesoro que encierran estos monasterios, lo que han dado al mundo y les ha hecho merecer el reconocimiento de la comunidad internacional a través de su declaración como Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO es, precisamente, un patrimonio lingüístico.

Las «glosas» son las anotaciones que hace el monje sobre el texto en latín. Son palabras sueltas. La traducción al castellano de un latín que no entiende. Las «glosas emilianenses» son el texto literario, no palabras sueltas, que está en el margen derecho del folio 72r del códice emilianense 60. Ya es literatura, el acta de nacimiento de un idioma nuevo.

Hace más o menos mil años, un monje de San Millán se enfrenta a un códice escrito en latín. Va tomando notas para comprender la gramática y aclarar los significados. A esas notas las llamamos glosas, las Glosas Emilianenses. Lo más novedoso es que esas glosas están redactadas, conscientemente, en el habla del pueblo, en romance, y pueden presumir de ser la primera página de la literatura española.

En el margen derecho del folio 72r del códice Emilianense 60 leemos esta doxología, que en parte es traducción del latín y en parte cosecha del glosador.

El primer texto en castellano…

“Cono aiutorio de nuestro dueno dueno Christo, dueno Salbatore; qual dueno get ena honore et qual duenno tienet ela mandatione cono Patre cono Spiritu Sancto enos sieculos delo sieculos, facamus Deus Omnipotes tal serbitio fere ke denante ela sua face gaudioso segamus. Amén”.

Traducido al castellano de hoy:

Con la mediación de nuestro Señor, don Cristo, don Salvador, que comparte el honor y la jerarquía con el Padre y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos, Dios omnipotente nos haga servir de tal manera que nos encontremos felices en su presencia. Amén.

… y en vascuence

Es interesante que en este mismo Códice, aunque en otras páginas, se recogen también dos anotaciones, hechas por el mismo monje, en vascuence. Se trata del más antiguo testimonio escrito conservado de dicha lengua.

“izioqui duguguec aiutuezdugu”

«Hemos sido puestos a cobijo, hemos sido salvados a nosotros no se nos ha dado ayuda «

Monasterio de Yuso

La Leyenda

El rey D. García, el de Nájera, ordenó el traslado de los restos de San Millán de Suso al monasterio de Santa María La Real de Nájera. Cuenta la leyenda que quienes portaban la arqueta, al llegar al valle, quedaron como clavados en el suelo, lo que fue interpretado como voluntad del santo de no abandonar su valle. Ante este signo del cielo el rey D. García manda construir en ese lugar otro monasterio, al que llaman Yuso, el de abajo. 

San Millán de la Cogolla (Yuso)

San Millán de la Cogolla

El 26 de septiembre de 1067 se inaugura la iglesia con el traslado de las reliquias de la enfermería del monasterio a la nueva iglesia. Reina Sancho IV, el Noble, y predica Domingo de Silos, antiguo prior de Suso, que lleva veintisiete años de destierro en tierras de Castilla.

Monasterios de San Millán de la Cogolla

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La portada de acceso al monasterio es obra de Pablo de Basave, arquitecto, y de Diego de Lizarraga, escultor, terminada en el cuatrienio 1661-1665. El relieve de san Millán es una imitación simplificada del lienzo del retablo mayor de la iglesia.

El zaguán se construye poco más tarde, en 1689. Da acceso al Salón de los Reyes , llamado así por los cuatro grandes lienzos de reyes  bienhechores del monasterio. Los escudos de la Escalera Real llevan la fecha de 1697: es la última gran construcción de los abades benedictinos.

Se comenzó en 1549 y aunque sus bóvedas son góticas la concepción es renacentista. El superior es neoclásico y contiene veinticuatro cuadros de José Vexés, cuyas escenas principales versan sobre la vida de san Millán, escrita por san Braulio, obispo de Zaragoza.

Es la primera construcción del conjunto del monasterio, comenzada en 1504 en el mandato del abad Fray Miguel de Alzaga se termina treinta seis años después. Está catalogada dentro del gótico decadente. El grandioso retablo del altar mayor contiene lienzos de Fray Juan de Rizzi, de la escuela del Greco, que representa a san Millán a caballo en la batalla de Hacinas, la Asunción de la Virgen María y otros cuadros. En total ocho. La extraordinaria rejería de Sebastián de Medina de 1676 completa el conjunto artístico de la capilla mayor. La sillería del coro bajo fue realizada por un tallista flamenco en torno a 1640. El trascoro, obra de Francisco Bisou, de estilo rococó francés, está decorado con  esculturas de bulto redondo, probablemente del taller de Pascual de Mena, que representan a los discípulos de san Millán, destacando por su belleza el púlpito de la escuela de Berruguete decorado con relieves de los evangelistas y símbolos de la pasión. El coro alto, sostenido por un arco con dieciséis medallones, es de la primera mitad del siglo XVIII.

En 1653 llegó Rizzi a Yuso y el abad Fray Ambrosio Gómez le encargó enriquecer la iglesia de san Millán con un gran retablo que reivindicara para el santo el patronazgo de España, un retablo a la altura de la importancia del monasterio. Así lo hizo Rizzi. Pintó al anacoreta Millán ataviado con el hábito de benedictino y la cruz en el pecho luchando en la batalla de Hacinas. Fray Juan de Rizzi es considerado el mejor de los pintores claustrales españoles. Hijo de Antonio Rizzi, nació en Madrid en 1600 y aprendió pintura en el mismo taller de su padre. Hereda del Greco muchos rasgos del color y del manejo ágil del pincel.

Es una de las más bellas de España. Antigua sala capitular, comenzó a usarse como tal hacia 1693. Los frescos del techo del siglo XVIII conservan toda la riqueza de los colores originales. La cajonería es de madera de nogal, encima de la cual hay veinticuatro óleos sobre cobre de la escuela flamenca. Encima, cuatro grandes lienzos traídos de Nápoles. Preside la sala una talla de Nuestra Señora de los Ángeles, de la mejor época de la imaginería española.

Tienen especial importancia las arquetas que originariamente contuvieron los restos de san Millán y san Felices. También son de interés algunos lienzos, particularmente los salidos del pincel de Juan de Rizzi, así como las réplicas de los marfiles de las arquetas: relicarios de san Millán del siglo XI y de san Felices del siglo XII.

Entre los tesoros del monasterio de Yuso se pueden encontrar los 25 volúmenes de cantorales copiados entre 1729 y 1731 y conservados en la Biblioteca de Cantorales. 

La exposición “Códices y cantorales” está formada por una serie de paneles que iluminan sucesivamente y reproducen, a través de la documentación que se encuentra en el propio monasterio, lo que era el escritorio: cómo se compiaban los libros y qué materiales se utilizaban, (el pergamino, las diversas clases de plumas, las tintas…). Al final puede verse la estantería de los cantorales: veinticinco volúmenes copiados entre 1729 y 1731. El archivo y biblioteca de la abadía, de gran valor para los investigadores, están considerados entre los mejores de España.

Otros de los tesoros son las arcas relicarios de San Felices y San Millán, obras maestras del arte del marfil de los siglos XI y XII.

El arca con las reliquias de San Millán se presentaba a la devoción de los fieles como un conjunto de imágenes en marfil que era fiel reflejo de la vida del santo escrita por Braulio (657-667), obispo de Zaragoza. Fue una obra promovida por el abad Blas del monasterio emilianense, y colocada sobre el altar de la nueva iglesia de Yuso el 26 de septiembre de 1067, reinando Sancho IV. 

El Arca de San Millán es una excepcional obra maestra del arte eborario (marfil) románico del siglo XI. La decoración del arca relicario de San Millán era como un “tebeo medieval”. En cada placa aparece un pasaje: arriba está la escena, abajo el desarrollo de la misma y alrededor la explicación latina. Una técnica juglaresca que pretendía enseñar, en un primer golpe de vista, al pueblo llano. 

Las arcas relicarios de San Millán y San Felices con los marfiles románicos están en Yuso.

Las arcas–relicarios que contienen las reliquias de san Millán y san Felices son obras maestras del arte del marfil románico. Los marfiles de la primera son del siglo XI, y los de la segunda del XII. Las dos arquetas se conservaron hasta el siglo XIX, cuando las tropas napoleónicas arrancaron las láminas de metal y las piedras preciosas, dejando las piezas en un estado lamentable. Además, la salida de la comunidad de los monjes de San Millán en 1809 favoreció el robo de las placas de marfil, algunas de las cuales desaparecieron para siempre, y otras fueron a parar a colecciones en San Petersburgo, Berlín, Florencia, Washington y Nueva York. Del relicario de san Millán quedan en Yuso catorce marfiles que narran su vida, más los del abad Don Blas y del escriba Don Munio. Del arca de san Felices conservamos cuatro de los seis que tenía.

Patrimonio de todos

El reconocimiento a los casi 1500 años de vida monástica del monasterio de San Millán, la conservación del conjunto monumental, edificio y paisaje del valle, y el centro cultural que supone, ha merecido el reconocimiento como patrimonio de la humanidad desde 1997.

San Millán de la Cogolla

Presentación del Doctor Miguel Ibáñez

Quién mejor para presentar San Millán de la Cogolla que nuestro Riojano ilustre de Badarán el Dotor Miguel Ibáñez. Nos habla de San Millán el Santo Millán, de Gonzalo de Berceo, de los Monasterios de San Millán y de la importancia que tuvo en la comarca la ciencia enológica. 

Ruta de Badarán a San Millán de la Cogolla en coche.

Distancia aproximada en coche 6,7 km.

Carretera en buen estado.

Debes salir de Badarán Dirección Berceo San Millán de la Cogolla, a la salida de Badarán encontrarás el Hotel Conde de Badarán a mano derecha, un poquito más adelante pasarás por las piscinas de Badarán que las dejarás a mano izquierda, sigues durante 5,7 km. y entrarás en el pueblo de Berceo, debes atravesar Berceo y debes seguir 1 km. más y entrarás en San Millán de la Cogolla, para llegar al Monasterio de Yuso debes seguir por la circunvalación del pueblo. No esta permitido subir al monasterio de Suso en coche particular, para visitar el monasterio de Suso debes adquirir las entradas en el Monasterio de Yuso y subir en el autobús especial para la visita al monasterio.

Monasterios de San Millán de la Cogolla

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